MILAGRO EN MILÁN (1951), Vittorio de Sica.
El neorrealismo es un movimiento que surge en Italia tras la II Guerra Mundial. Las duras condiciones de vida durante la posguerra se convierten en el ‘leitmotiv’ de las películas surgidas al calor de esta nueva manera de ver el cine. Si algo une a estas obras es la autenticidad y la sinceridad que transmiten cada uno de sus fotogramas. Ver ciudades como Roma en Roma, ciudad abierta (1945) o Berlin en Alemania, año cero (1948), poco después de finalizado el conflicto tiene un valor histórico imprescindible. Este tipo de películas son las que no deberían caer en el olvido, porque son CULTURA. Y sé que puede dar pereza ponerse a verlas; son antiguas, en blanco y negro, para cinéfilos, pero eso no son más que excusas sin fundamento, porque el esfuerzo es mínimo y la recompensa muy grande.
Pero Milagro en Milán (Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1951) no es Roma, ciudad abierta, ni Alemania, año cero, ni siquiera Ladrón de Bicicletas, es otra cosa completamente distinta. Hay realismo (el frío, la pobreza, la corrupción,…) pero al mismo tiempo introduce algo completamente distinto, la fantasía. Y este nuevo elemento enraíza a la película con otro movimiento de mediados del siglo XX, el realismo mágico. Esta corriente literaria, nacida en Hispanoamérica tuvo como máximos representantes a Alejo Carpentier, Gabriel García Márquez o Juan Rulfo. Algunos de sus rasgos característicos son: el contenido de elementos fantásticos percibidos por los personajes como algo normal, la transformación de lo cotidiano en una experiencia sobrenatural, la narración de hechos de la realidad que se combinan con el mundo imaginario, la utilización de escenarios ubicados en los niveles más duros de pobreza y marginalidad social,.... Una vez vista la película las similitudes son obvias, aunque no sé si Vittorio De Sica y sus guionistas se vieron influenciados por dicho realismo mágico o fue pura casualidad.
Esta película también se puede emparentar con el cine de Frank Capra, sobre todo con ¡Que bello es vivir! La influencia del director norteamericano es obvia y a quién le gusten sus películas, sin duda disfrutará con Milagro en Milán. Se suceden escenas para el recuerdo repletas de sutileza y lirismo (el niño entre las lechugas, la muerte de la ‘madre’, el rayo de sol, las casas que cambian de sitio, la conversación perruna, la ‘resurrección’ de la estatua, la historia de amor interracial, el viejo que no se cree su suerte, el enano que crece, el hombre del edificio que controla la humedad, etc). Un final un poco alocado impide que la película alcance la perfección. Aviso a navegantes, Milagro en Milan está repleta de efectos especiales que han quedado obsoletos, pero hay que tener perspectiva y saber valorar que en el año de su estreno dichos efectos debían ser asombrosos. Quizá en unos efectos que consiguen que un grupo de pobres sobrevuele Milán en escobas, resida parte del extraordinario encanto de esta obra maestra.
Por Roberto C. Rascón. @rcrascon
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