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EN TERAPIA (II): El amor



Dicen que el amor incondicional no existe, pero muchas personas aspiran a encontrarlo… Yo, para mi desdicha, puedo decir que sí existe. Ese tipo de amor (generoso, altruísta, sin reproches, sin condiciones) fue el que le ofrecí a una persona durante más de tres años. No hay que equiparar amor incondicional con sacrificio, porque hice cualquier cosa por ella y las hubiera seguido haciendo, pero siempre con gusto. El que lea esto pensará: "Pobre chaval… ¡la hostia que se ha metido por gilipollas!" Y sí, ahora es fácil ver que fui un gilipollas (espero que algún día se me quite esa expresión de la cara), pero en su momento no fue tan fácil. Se puede pensar que fui un iluso y que me tiré a la piscina sin comprender que no había agua suficiente, pero los que me conocen saben que, pese al amor irracional que sentía por ella, mi parte racional nunca desapareció.

Durante más de tres años peleamos por vernos todos los días y nunca hubo un silencio incómodo entre nosotros. En todo ese tiempo tuvimos tantas conversaciones intrascendentes como trascendentes y esas son las que sirven para calibrar qué tipo de persona tenemos enfrente. Además, durante toda la relación sus palabras estuvieron acompañadas por hechos. En resumen, llegué a creer que conocía a la perfección a esa persona y por eso me entregué de forma incondicional, seguro de que su amor por mi estaba a la altura. La lección es que por mucho que conozcas todos los detalles de la vida de una persona en realidad nunca llegas a conocerla de verdad. Otra lección es que cuando te entregas incondicionalmente a una persona esa persona deja de valorar lo que eres y lo que haces. ¿Quién da valor a algo que tiene seguro? Un ejemplo. Durante tres años no tontee y, prácticamente, no me fijé en ninguna otra mujer. Cualquiera puede pensar que así debe ser y seguramente tenga razón, pero (y ahí va la contradicción) lo que no puedes permitir es que tu pareja se percate de que solo tienes ojos para ella porque entonces el juego se acaba y algo se apaga. Poco importa que cada día te pongas guapo y te cuides para gustarle, que la mires todos los días como si fuera la primera vez o que la beses y abraces a diario como si hiciera meses que no la vieras cuando ella ya no valora nada de eso. Los seres humanos adultos se mueven por motivaciones y por intereses. Triste, pero realista y cierto. 

Si alguien me hubiera dicho un día antes "mañana te va a dejar", me hubiera reído en su cara y me hubiera cortado un brazo (metafóricamente) para demostrar la confianza ciega que tenía en esa persona. Al día siguiente y por teléfono llegó la sentencia: "Te dejo". Dos horas después estaba recogiendo toda su ropa… ¿Pueden imaginarse el indescriptible dolor que se siente cuando la persona a la que llevas tres años besando, abrazando y acariciando con la misma pasión o más que el primer día te prohíbe que la toques? Es algo que no le desearía ni a mi peor enemigo. Menos de un mes antes estábamos celebrando nuestro tercer aniversario en Sevilla y aseguraba en redes sociales: "Tres años viviendo un sueño a tu lado y los que nos quedan". Pero no tiene valor lo que dijera en las redes sociales (tan llenas de falsas apariencias), sino lo que me decía a mi a la cara. Hasta el final duraron las promesas de amor eterno, por ejemplo aquella que aseguraba que éramos como "caballitos de mar" que no pueden sobrevivir sin su pareja. El tiempo ha demostrado que solo eran palabras vacías. 

Cuando una relación está cerca de acabar, se va deteriorando… Nada hacía indicar que eso estuviera ocurriendo. Ni una pista, ni un aviso (hasta compramos las vacaciones dos semanas antes), nada que hubiera hecho más asimilable un golpe tan duro. Cuando se lo cuentas a tu familia y amigos alucinan porque "erais la pareja perfecta" y acabas, literalmente, hasta los cojones de escuchar esa frase. Aun hoy la mayoría sigue sin entender nada y yo tampoco soy capaz de explicárselo. Más de una vez me dijo: "Tengo algo negro en el corazón". ¿Fue siempre esa la pista? Yo nunca creí que hubiera nada negro en su corazón porque sus actos nunca me lo demostraron. Al fin y al cabo, una persona ennegrece su corazón con actos y justificar así las cosas antes de que ocurran es cobarde. Ahora, después de lo que ha hecho y sobre todo de cómo lo ha hecho, es probable que su corazón se haya ennegrecido un poco. Acabó haciendo y convirtiéndose en aquello que tanto temía.

No es fácil asimilar que ese amor incondicional que tú entregaste durante tanto tiempo nunca fue recíproco (algo obvio viendo cómo han acabado las cosas). Seguramente, ella siempre tuvo condiciones. Con el tiempo te permites abrir los ojos y comprender que, probablemente, la 'patada' hubiera podido llegar en cualquier momento. ¿Qué hubiera pasado, por ejemplo, si en diciembre no me hubiera ido a vivir con ella? Salir de su casa era su gran sueño desde hacía años y, aunque las condiciones económicas no eran las mejores, ambos luchamos hasta conseguirlo. Aparentemente era feliz, pero en algún momento algo se quebró en su interior y debió comprender que aquello con lo que llevaba soñando tantos años no era la solución a sus problemas. Poco importó que durante esos seis meses de convivencia me desviviera para que todo saliera perfecto. Así fue como poco a poco su mente empezó a generar nuevos sueños y en esos sueños ya no había espacio para mí. Ya no quería compartir conmigo esos nuevos momentos por vivir y empecé a convertirme en un estorbo dentro de su mente.

Una semana antes tuvimos nuestra primera gran discusión y, como consecuencia, nuestra primera reconciliación en el sentido más tópico del término. ¡Hasta una semana antes del final estábamos descubriendo cosas nuevas! Llegué a creer, tonto de mí, que nuestra relación estaba madurando y que estaba a punto de evolucionar a algo aun mejor. Tomé nota y me propuse cambiar enseguida ese par de situaciones que a ella le hacían daño. El siguiente fin de semana era el momento clave para demostrárselo y así se lo hice saber, pero ella no dejó que nuestra relación sobreviviera tanto. Como un iluso le pedí la oportunidad que me negaba, pero… ¿¡como vas a darle una oportunidad a alguien (aunque se la merezca) si en el fondo no quieres que continúe a tu lado!? La conclusión es que hubiera dado igual lo que hubiera hecho. 

Lo más duro ha sido asimilar cómo esa persona no hizo nada por salvar una relación maravillosa y no lo hizo porque ella, simplemente, había pasado nuestra página en el libro de su vida. Por eso ni siquiera se molestó en darle un final a la altura. En esta sociedad la gente lucha con uñas y dientes por mantener relaciones que no valen nada y en cambio esta, que valía quilates, fue aniquilada sin contemplaciones ni remordimientos. No necesitaba valorar pros (muchos) y contras (pocos y de fácil solución) porque la decisión estaba tomada. Fue incapaz de ver que podía tenerlo todo sin renunciar al amor y decidió optar por lo fácil, dejando que sus sentimientos por mi fueran muriendo en su corazón sin ningún tipo de resistencia. Finalmente, acumuló la sangre fría suficiente como para tirar por la borda de su barco a la persona que más la había querido y, que probablemente, la querrá. Y así fue como la chica que siempre me dijo "me salvaste la vida" acabó destruyendo la mía.

¿Y ahora qué? ¿Qué puede esperar del amor alguien que lo entregó todo y acabó sin nada? ¿Cómo puedes volver a creer en una persona después de algo así? Solo el tiempo responderá a estas y muchas otras preguntas. 

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