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CINE: 'El infierno terrenal'


CIUDAD DE VIDA Y MUERTE (2009), Lu Chuan

Cuando uno acaba de ver Ciudad de Vida y Muerte le dan ganas de levantarse y aplaudir aunque se encuentre en medio del salón de su casa y nadie pueda escucharle. También se comprende por qué el jurado del Festival de San Sebastián decidió otorgarle en 2009 la Concha de Oro, en detrimento de la excelente El Secreto de sus Ojos. Incluso se celebra dicha decisión, porque sino hubiera sido por ese premio, quizás esta película hubiera pasado desapercibida para la gran mayoría de amantes al cine.


La película del prometedor director chino Lu Chuan nos muestra hasta donde puede llegar la barbarie humana en relación con sus semejantes, pero también, como hasta en las peores circunstancias siempre queda un resquicio para la belleza, el sacrificio y la solidaridad. Todas las guerras son igual de terribles, aunque esta obra se centra en la guerra chino-japonesa previa al estallido de la II Guerra Mundial y, más concretamente, en la masacre de Nanking que acabó con la vida de 300.000 personas. Lu Chuan consigue que te abstraigas del contexto y de los bandos en lucha, de manera que no odias al japonés por sus terribles actos, sino al género humano por ser capaz de perpetrar esas atrocidades.


El catálogo de maldades del que somos testigos a lo largo de la película es infinito, lo que la convierte en una obra de una dureza terrible, pero necesaria. Lu Chuan ha creado una nueva acepción del “horror” del que nos hablara el Coronel Kurtz, encarnado por Marlon Brando, en Apocalypse Now. Pero no todo es “horror”, porque en medio de ese paliativo blanco y negro, que verdaderamente recuerda a La Lista de Schindler, brilla un rayo de luz que impregna la película de un halo de esperanza.

Ciudad de vida y muerte no tiene un protagonista, ni siquiera un argumento propiamente dicho, sino que sigue a una serie de personajes (difíciles de distinguir para nosotros los occidentales) intentando sobrevivir en medio del infierno en que se ha convertido la ciudad de Nanking. El hecho de no centrarse en un único protagonista reduce el impacto emocional de la película, que aún así consigue estremecer sin necesidad de recurrir a elementos lacrimógenos. En definitiva, una obra maestra demoledora sobre la sinrazón de la guerra y que sirve como lección histórica de lo que el ser humano no debe volver a repetir.


Mención especial para el final, con una frase que lo define a la perfección: "Al final vivir es más difícil que morir". Y es que debe ser muy complicado para un ser humano convivir el resto de su vida con esas imágenes en su memoria y ese peso sobre su conciencia. Por ello, la drástica decisión que toma uno de los soldados (no creo que fuera el único) redondea una de las mejores películas de los últimos años.

Por Roberto C. Rascón. @rcrascon

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