El actor se cruzó en su camino y ella lo convirtió en el protagonista de su historia de amor. ¿Cuál fue su mérito? Quizás solo estar en el lugar y el momento adecuado. Ella asumió su parte y ejerció de 'partenaire', reservándose también las labores de guionista y directora. Tenía experiencia y estaba convencida de realizar su mejor película.
¡Luces, cámara y acción!
Comenzó el rodaje y cada día era mejor que el anterior. Entonces el actor empezó a creerse su papel reforzado por los continuos halagos que la actriz le dedicaba ("eres el mejor novio del mundo", "mi marido, mi amante y mi mejor amigo"). Ella también bordaba su papel porque las promesas —aquellas que hablaban de amor eterno y una vida juntos— tenían la fuerza de la convicción. El actor puso todo su entusiasmo desde el primer día hasta acabar perdidamente enamorado de la actriz. Nunca había sentido nada parecido y empezó a dedicar las 24 horas del día a cumplir con el papel de hacerla feliz. Todo era tan maravilloso y, aparentemente, se le daba tan bien cumplir con su papel que el actor empezó a despegar los pies del suelo y a creerse por encima de los demás, orgulloso de estar viviendo una historia perfecta. Acabó confundiendo ficción con realidad y, enajenado, el actor se vistió de rey.
El actor no sabía que su contrato tenía fecha de caducidad y que la película acabaría cuando ella alcanzara su sueño. Una vez alcanzado ese sueño, el personaje interpretado por el actor carecía de futuro y, por tanto, ni siquiera merecía el esfuerzo de darle un final a la altura. Poco a poco, el actor se convirtió en un estorbo del que deshacerse rápidamente porque nuevos proyectos aparecían en el horizonte y en ellos no había ningún papel para él. Antes de desaparecer para siempre, la actriz, que había perdido todo interés en la historia y en el actor, destruyó todo el metraje rodado para olvidar lo vivido durante ese tiempo. Mientras, el actor vestido de rey acabó convertido en un bufón que ríe por fuera y llora por dentro.
El actor no sabía que su contrato tenía fecha de caducidad y que la película acabaría cuando ella alcanzara su sueño. Una vez alcanzado ese sueño, el personaje interpretado por el actor carecía de futuro y, por tanto, ni siquiera merecía el esfuerzo de darle un final a la altura. Poco a poco, el actor se convirtió en un estorbo del que deshacerse rápidamente porque nuevos proyectos aparecían en el horizonte y en ellos no había ningún papel para él. Antes de desaparecer para siempre, la actriz, que había perdido todo interés en la historia y en el actor, destruyó todo el metraje rodado para olvidar lo vivido durante ese tiempo. Mientras, el actor vestido de rey acabó convertido en un bufón que ríe por fuera y llora por dentro.
Roberto C. Rascón (@rcrascon).
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