Alma tenía el pelo negro, unos ojos marrones enormes, un
lunar junto a la comisura de los labios y una curiosa asimetría en el rostro.
Era alegre y divertida, pero al mismo tiempo inteligente y reflexiva. Un
día un mechón de su pelo negro cayó hacia su cara y al intentar devolverlo a su
lugar se dio cuenta de que no tenía donde apoyarlo… ¡Su oreja izquierda había
desaparecido! Con un movimiento instintivo levantó la mano derecha para
comprobar si la otra oreja seguía en su sitio, pero no consiguió tocarla.
Entonces puso sus manos frente a sus ojos y con horror creciente descubrió que
su mano derecha también había desaparecido. En los días siguientes, Alma observó
angustiada como el resto de su cuerpo iba desvaneciéndose: primero los pies,
luego el ojo derecho, poco después el pelo. Alma no entendía qué estaba
ocurriendo, pero estaba sola en el mundo y no había nadie que pudiera responder
a sus preguntas. Antes de que su boca desapareciera gritó hasta quedarse sin
voz, pero nadie acudió en su ayuda. El proceso parecía no tener fin y así
fueron desapareciendo sus brazos, su ombligo y el lunar que adornaba su rostro.
Poco a poco Alma empezó a comprender que no era real, que solo era una ilusión
creada por una persona y que esa persona la estaba olvidando. Con el único ojo
que le quedaba en el rostro Alma dejó escapar una lágrima, pero la lágrima ya no
encontró donde apoyarse y cayó irremisiblemente al suelo. Esa lagrima fue lo
último que dejó Alma en el mundo. Cuando la lágrima se secó, Alma desapareció para siempre. Nadie nunca escuchó su risa, nadie nunca miró sus enormes ojos y nadie nunca fue feliz a su lado.
Roberto C. Rascón (@rcrascon)
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