Uno escribía libros, el otro escribe canciones. Los dos nacieron en Buenos Aires, uno en 1989, el otro en 1961. Uno del barrio de Palermo, el otro de Once. Uno hubiera cumplido esta semana 112 años, el otro ha cumplido los 50. Tan iguales y, al mismo tiempo, tan distintos, ambos representan como nadie a la Argentina. Hablo de Jorge Luis Borges y Andrés Calamaro, dos maestros en el arte de juntar letras.
Cuando leí El Aleph, una de las novelas más complejos que he tenido entre mis manos, anoté algunas frases que demuestran porque Borges es considerado como uno de los mejores escritores en castellano. Ahí van algunas:
"El tiempo no rehace lo que perdemos, la eternidad lo guarda para la gloria y también para el fuego".
"Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento, el momento en que el hombre sabe para siempre quién es".
"Modificar el pasado no es modificar un solo hecho, es anular sus consecuencias, que tienden a ser infinitas".
"Morir por una religión es más simple que vivirla con plenitud".
"Los actos de los locos, exceden las previsiones del hombre cuerdo".
"No sintió nadie alguna vez que el destino es fuerte y es torpe, que es inocente y es también inhumano".
"Un hombre se confunde, gradualmente, con la forma de su destino. Un hombre es a la larga, sus circunstancias".
"Años de soledad le habían enseñado que los días, en la memoria, tienden a ser iguales, pero que no hay un día, ni siquiera de cárcel o de hospital, que no traiga sorpresas".
"Si el destino nos veda a los sabios, habrá que buscar entre los insensatos".
"Nuestra mente es porosa para el olvido, se falsea y se pierde, bajo la trágica erosión de los años".
Hay pocos cantantes tan prolíficos como Calamaro. Ya sea con Los Abuelos de la Nada, con Los Rodríguez o en solitario, quedarse con una de las miles de canciones que ha escrito es casi imposible, pero últimamente no paro de escuchar Estadio Azteca, así que ahí va:
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