EL BAÑO DEL PAPA (2007), César Charlone y Enrique Fernández.
Qué tendrá el cine suramericano, entre el que destaca especialmente el argentino, que todas sus historias nos parecen tan cercanas y conmovedoras. En este caso la película es uruguaya, pero nos vuelve a contar otra ‘historia mínima’, como esas que nos descubría Carlos Sorín en la película de mismo nombre allá por 2002. Los ejemplos son muchos, y es que quién no se ha emocionado con obras como Leonera, Familia Rodante, Herencia, El Sueño de Valentín, Un Oso Rojo o Bombón, el Perro; y hablo de estas porque quizás sean más desconocidas. Todas ellas son argentinas, pero los vecinos del norte del Río de la Plata no quieren quedarse atrás y, aunque con menos medios, ya nos han regalado obras como Whisky o la protagonista de esta crítica, El Baño del Papa.
No sé si será por las historias que cuentan, por la utilización de actores no profesionales, por los lugares donde se ruedan o por los escasos medios con que se realizan, pero el caso es que estas películas desprenden veracidad por todos sus poros. En El Baño del Papa la premisa no puede ser más ‘mínima’, la visita del Santo Padre a un pequeño y asolado pueblo uruguayo, fronterizo con Brasil. Los necesitados habitantes del poblado ven la llegada de Juan Pablo II (estamos en 1988) como una manera de salir de la miseria que les rodea y a nuestro protagonista (un perfecto César Troncoso), no se le ocurre nada mejor que construir un inodoro para los asistentes al festejo.
Ni que decir tiene que la construcción del mismo será toda una odisea y que las cosas no saldrán tal y como estaban previstas. Los paralelismos con Bienvenido Mister Marshall de Berlanga son obvios. Me gusta su final esperanzador (no voy a decir más), porque esta gente, que ha sufrido tanto, está acostumbrada a levantarse y seguir peleando. Un cierre como este no quedaría igual de bien en una película europea y ni mucho menos, en una norteamericana.
Dos detalles para finalizar. El acento de los personajes es muy acusado y ni siquiera con el paso de los minutos el oído se hace con él, especialmente en el caso del amigo de raza negra del protagonista (creo que no le entendí ni una palabra en los 90 minutos que dura la película), pero ello no impide disfrutar de esta gran obra. Especial atención merece la escena cuando padre, madre e hija ensayan como tratar con las personas que usen el baño, imposible reprimir la carcajada.
Por Roberto C. Rascón. @rcrascon
Si me acuerdo de esa escena, cuando ensayan como usar un baño. Pero el final de la película es triste. Saludos.
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