Crítica publicada en Punto de Encuentro Complutense el 19/04/2013
En Diarios de Motocicleta, Walter Salles relataba con mano maestra el viaje que transformó a Ernesto Guevara en el ‘Ché’. Aquel viaje, que tuvo lugar en 1952, hizo que un acomodado estudiante de medicina tomara conciencia de los males que asolaban a América del Sur. Guevara, acompañado por su amigo Alberto Granado, cambió su orden de prioridades y se propuso cambiar el mundo con las luces y sombras que tan elevada empresa pudiera acarrear.
En Diarios de Motocicleta, Walter Salles relataba con mano maestra el viaje que transformó a Ernesto Guevara en el ‘Ché’. Aquel viaje, que tuvo lugar en 1952, hizo que un acomodado estudiante de medicina tomara conciencia de los males que asolaban a América del Sur. Guevara, acompañado por su amigo Alberto Granado, cambió su orden de prioridades y se propuso cambiar el mundo con las luces y sombras que tan elevada empresa pudiera acarrear.
Unos años antes, el escritor Jack Kerouac emprendió una serie de viajes por Estados Unidos junto a otros representantes de la posteriormente denominada ‘generación beat’. La alabada obra literaria titulada En el Camino fue el resultado de aquellas marchas por las interminables carreteras norteamericanas. Salles repite equipo con los brillantes Rivera (guión), Santaolalla (música) y Gautier (fotografía) en esta adaptación, pero el resultado final decepciona.
Las dispares lecciones que aprendieron Kerouac y Guevara en aquellos viajes son las que convierten a Diarios de Motocicleta en una película inmensamente superior a On the Road. O lo que es lo mismo, las diferencias entre norte y sur, entre ricos y pobres, entre una juventud desarraigada y una juventud comprometida. Mientras que Kerouac huía de una sociedad que repudiaba, sustituyendo los valores tradicionales por sexo y drogas como método para llenar su vacío existencial, Guevara tomaba conciencia de la terrible pobreza existente a su alrededor. En definitiva, Diarios de Motocicleta posee el alma y la poesía de la que carece On the Road.
El viaje de Kerouac a México es una buena muestra de las mencionadas diferencias entre el norte y el sur del continente americano. Mientras los jóvenes norteamericanos disfrutan de la música, el alcohol, el sexo y las drogas como forma de evasión, los mexicanos se lo ofrecen con el único objetivo de sobrevivir. Salles no es capaz de dar empaque a la liberación espiritual que nos dejó en herencia aquella ‘generación beat’, a través de estos jóvenes perdidos en una carretera sin horizonte.
Otro de los puntos débiles de la película es la elección de los actores. Garret Hedlund realiza un notable trabajo como el alocado Moriarty/Cassady pero su apariencia está lejos de la de un joven de los años 50, lo que resta credibilidad a su interpretación. Sam Riley carece de la fuerza y el carisma que se le atribuyen a Paradise/Kerouac. Kristen Stewart, incapaz de generar empatía con el espectador, pone sus encantos al servicio de los protagonistas con más pena que gloria. Por la pantalla también desfilan rostros como los de Viggo Mortensen, Terrence Howard, Amy Adams, Alice Braga, Kirsten Dunst o Steve Buscemi que elevan la calidad de la obra en sus cortas apariciones.
Lo mejor: La fotografía de Gautier.
Lo peor: No hace honor a la ‘generación beat’.
Roberto C. Rascón (@rcrascon)
Lo mejor: La fotografía de Gautier.
Lo peor: No hace honor a la ‘generación beat’.
Roberto C. Rascón (@rcrascon)
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