Algunos lloran, otros agachan la cabeza, muchos
aprietan los puños hasta hacerse sangre en las palmas, pero nadie protesta. Los
únicos que alzan la voz lo hacen para vitorear el espectáculo, pero esos ya
no importan porque están perdidos. Todos están obligados a ver como ahorcan a un niño en directo.
No saben por qué y ni siquiera se lo preguntan, lo ha ordenado ‘El Líder’ y nadie osa interponerse en sus deseos. El tiempo de las heroicidades ya pasó...
En una habitación a oscuras, alguien se levanta de su
sillón, apaga la televisión y salta al vacío mientras el último rayo de sol se
despide del mundo. Ya es libre.
Roberto C. Rascón (@rcrascon)
Comentarios
Publicar un comentario