Cuando era niño, al caer el
sol los ángeles me abandonaban y los
demonios tomaban el relevo. Monstruos bajo la cama, ruidos extraños,
sombras amenazantes... Toda una colección de miedos se apoderaban de mí y el frío
apresaba mi cuerpo inmóvil haciéndome castañetear los dientes.
Con el paso de los años estos miedos desaparecieron,
transformándose en otros más reales. Ahora, poco antes de irme, todos regresan en formas reconocibles. Empieza a caer el sol y la oscuridad me atrapa, pero ya no tengo miedo.
Roberto C. Rascón (@rcrascon)
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