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CINE: '¿Tiene fuego, señor?'



MÁS DURA SERÁ LA CAÍDA (1956), Mark Robson.

No soy fumador, pero me hubiera encantado encontrarme cara a cara con Humphrey Bogart y pedirle que compartiera un cigarrillo conmigo, porque nadie ha fumado mejor en la historia del cine. A ello ayudaba ese blanco y negro que transformaba el humo en nubes con cuerpo y alma. Tampoco hubo nadie que apurara las copas como él, por todo ello me encantaría departir durante unos minutos junto al mítico actor acompañados por una botella de whisky y un pitillo. El problema es que hace ya 54 años que 'Bogie' abandonó este mundo. Le derrotó un cáncer de esófago que ya sufría durante el rodaje de ‘Más dura será la caída’, a la postre su último servicio al mundo del cine. Y se despide, como no podía ser de otra manera, con una auténtica obra maestra.

Más dura será la caída se estrenó un 9 de mayo de 1956 y Bogart fallecía poco después, concretamente un 14 de enero de 1957. En su última película interpreta a un periodista al que las penurias económicas le empujan a vender su alma. Al final la integridad aletargada que aún conserva el personaje, será su única tabla de salvación. Todo ello ambientado en el mundo del boxeo (“en el que solo los grandes campeones se pueden permitir tener dignidad”), que tantas excelentes películas ha dado al séptimo arte, convertido en un hábitat putrefacto del que es casi imposible escapar. El boxeo y el periodismo quizás sean los ámbitos más maltratados por el cine, ya que en la mayoría de las ocasiones se presentan como mundos corruptos. Luna nueva (1940), El gran carnaval (1951) o Network (1976) en el periodismo y Toro salvaje (1980), Cuerpo y alma (1947) o Fat city (1972) en el boxeo son algunos ejemplos. El director Mark Robson parece tenerle especial ‘manía’ al boxeo, ya que en El ídolo de barro (1949) ya criticaba las miserias de ese deporte.



Volviendo a Bogart, este menudo actor regaló al cine algunos de sus momentos más legendarios. Frases como “siempre nos quedará París” o “este es el comienzo de una gran amistad” en Casablanca (1942), son el mejor ejemplo de que 'Bogey' será eterno. Pero no se quedó ahí, ya que además fue la encarnación perfecta de los detectives más famosos de la novela negra, Sam Spade (El halcón maltés, 1941) o Phillip Marlowe (El sueño eterno, 1946). También vimos como se enamoraba progresivamente de Lauren Bacall en ‘Tener y no Tener’, como la avaricia puede destrozar el alma del ser humano en El tesoro de Sierra Madre (1948), como perder la cordura a bordo de un barco en El motín del Caine (1954) o como brindar un duelo interpretativo excepcional junto a Katherine Hepburn en La reina de África (1951). Su última interpretación es un compendio del Bogart de siempre, aquel que es capaz de bajar a los infiernos y seguir manteniendo ese halo de integridad.

Mención especial a Rod Steiger (discípulo del 'Actors Studio'), que representa una nueva generación de actores, más sobreactuados que sus predecesores pero igual de buenos. Y para finalizar comentar el ‘cameo’ de Max Baer, boxeador profesional que interpreta a un púgil sin piedad con sus rivales y que aparece retratado en Cinderella Man (2005) de Ron Howard como una persona tremendamente violenta. Ambas imágenes parecen no corresponder con la realidad, ya que por el contrario se le consideraba como un hombre simpático, caballeroso y amigo de sus rivales.

Por Roberto C. Rascón. @rcrascon

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