Pero ya nada sería igual… El sol se filtró por los huecos de la persiana hasta llamar la atención de los adormecidos ojos de Alejandro. Besó a su mujer en el hombro y se dispuso a afrontar el día del debut. Una ducha fresca y unos sorbos de café pusieron en marcha su organismo. El ajetreo de la ciudad no impidió que a las 8:30 saludara con un cordial "buenos días" a su nuevo jefe. Solo media hora después daba la última vuelta al mecanismo antes de escuchar un crack que repicó en todo el cadalso. Al día siguiente, el sol encontró a Alejandro despierto.
Roberto C. Rascón (@rcrascon)
Comentarios
Publicar un comentario