"¡Mejor seria
que nunca hubieras existido, que nunca hubieras nacido, que hubieras sido solo
la creación de un artista inspirado! ¡Yo nunca me habría apartado del lienzo,
habría estado siempre plantando ante él, mirándote y besándote! Habría vivido y
respirado contigo como el sueño más hermoso, y entonces habría sido feliz. ¡No
habría tenido otros deseos! Tu habrías sido mi ángel de la guarda, y a ti te
habría dirigido mis oraciones antes de acostarme por la noche y levantarme por
la mañana, y tu habrías sido aquella a quien esperaba para pintar la santidad y
la piedad. ¡Ay, Dios que cosa mas horrible es la vida! ¡Una lucha perpetua
entre el sueño y la realidad!"
"La fama no
puede dar satisfacción a quien la ha robado, a quien no la merece, pero nunca
deja de apasionar a quienes son dignos de ella".
"Acabó por
sufrir ese tormento atroz que, a veces, parece como una rara excepción de la
naturaleza, cuando un hombre de talento limitado trata de llenar un espacio
demasiado grande para él y fracasa lamentablemente, esa clase de tormento que
en un joven puede ser el camino a la gloria, pero que en un hombre que debería
haber abandonado tiempo atrás esos sueños quiméricos se transforma en pueril
anhelo, ese tormento atroz que capacita a un hombre para cometer los delitos
mas horribles".
"Siento mayor
respeto hacia el hombre que dice sencillamente que no entiende, que hacia aquel
otro que adopta actitudes hipócritas, pretendiendo saber lo que no sabe y confundiendo
las cosas aun más".
"Una gran obra
de arte es más excelsa que todas las cosas terrenas, por lo mismo que el reposo
divino es más excelso que toda la vanidad terrena, o que la creación es mas
excelsa que la destrucción, o que un ángel, por la inocencia misma de su alma
esplendorosa, es más excelso que todo el poderío y la desmesurada vanidad de
Satanás. Sacrifica al arte todo lo que tienes y ámalo de todo corazón. Porque
es para traer consuelo y paz a todos los seres vivientes para lo que una gran obra
de arte baja a este mundo".
"Ese pobre
joven se tapaba la cara con las manos y más de una vez en el curso de su vida
se percató de cuánta crueldad hay en el hombre, de cuánta brutalidad se esconde
bajo los modales más cultos y refinados y... ¡Dios santo! Incluso en el hombre a
quién el mundo considera noble y honrado".
"Y San
Petersburgo siguió existiendo sin Akaki Akakievich, como si este nunca hubiese
vivido allí. Sencillamente desapareció un ser humano sin dejar rastro, un ser
humano a quién nadie pensó en proteger, a quien nadie tenía afecto, en quien
nadie pensó interesarse".
Nikolaj Gogol, Historias de San Petersburgo.
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