Todas las encuestas coinciden, así que, salvo sorpresa mayúscula, el próximo 20 de noviembre habrá un cambio de gobierno en España. El Partido Popular liderado por Mariano Rajoy tomará las riendas de un país sumido en una de las peores crisis de su historia. El nuevo ejecutivo salido de las urnas tendrá que arremangarse y ponerse manos a la obra para reducir la insostenible cifra de cinco millones de parados.
Cuando Rajoy reciba la noticia de su elección algunos se pensarán si felicitarle o darle el pésame a tenor de la ingente tarea que tiene por delante. Después de las protocolarias (e infantiles) celebraciones desde el balcón de Génova, Rajoy se despertará al día siguiente como presidente y tendrá que desperezarse, puesto que lleva cuatro años de brazos cruzados observando como el barco se hunde. Nadie ganó unas elecciones, y con tanta diferencia, haciendo menos. Luego tendrá que arrodillarse y rezar al Dios Mercado, el único que puede ayudarle.
Los mercados, ese ente invisible, omnipresente y omnipotente, lo más parecido a un Dios que ha tenido nunca la humanidad, son los que decidirán qué pasa con España. Un Dios tan voraz como Saturno, que ha devorado ya a Grecia, Irlanda y Portugal, y que ahora amenaza a Italia. Un Dios producto de un sistema económico en el que la riqueza se acumula en manos de unos pocos, en el que los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres. Dentro de este sistema corrupto, la victoria del PP quizás sea la mejor noticia para España. Si la única manera de salir de la crisis es siguiendo ese axioma, al menos el PP lo aplicará sin complejos. Los españoles haremos un sacrificio en nombre del Dios Mercado, que esperemos otorgue algo de oxígeno al país. El sacrificio puede ser ese Estado del Bienestar que tantos años llevó construir.
El sistema ha eliminado las posibles alternativas, puesto que si algún gobierno elegido democráticamente se atreviera a poner en práctica políticas de izquierdas tardaría poco en ser engullido. Con las manos atadas y traicionándose a sí mismo, así ha estado el gobierno socialista desde hace varios meses siguiendo las directrices marcadas por Europa. Las decisiones no se han tomado en Madrid, sino en Bruselas. España ha obedecido sin rechistar los mandatos europeos, adoptando todas las medidas necesarias para evitar caer en la bancarrota. ¿Ha servido de algo? Visto lo visto, la respuesta es no. Una nueva recesión amenaza a España y a sus ciudadanos, los grandes perjudicados. Las personas ni comprenden el problema, ni vislumbran la solución, hasta que llegue el día en que estas masas exploten. Si apostamos por los recortes y la austeridad, la economía se estanca. Si apostamos por la inversión y el endeudamiento, la economía naufraga. En definitiva, la pescadilla que se muerde la cola.
Al futuro gobierno se le valorará por su labor a la hora de crear empleo. Poco importarán sus decisiones en otros ámbitos porque la gente solo tiene una preocupación, trabajar. Por eso convendría que dejara de lado temas como la memoria histórica, el matrimonio homosexual o la Ley Antitabaco,… Leyes que, pese a la reticencia inicial de ciertos sectores de la población, la mayoría ya ha asumido y aprendido a convivir con ellas. En estos temas, los pasos deberían darse hacia delante y no hacia atrás, aunque cierto es que Rajoy tendrá que contentar al sector más duro de su partido. El otro gran tema en la agenda del PP será el fin de ETA, en ese aspecto solo queda apelar a su sentido de la responsabilidad, porque el desenlace está cercano y para dar ese último paso contará con el apoyo de la oposición, algo con lo que no ha podido contar el gobierno saliente.
PD: Esto lo escribe uno de esos jóvenes “sin futuro” (como cantaban los Sex Pistols), decepcionado con el rumbo del mundo y hastiado ante la falta de alternativas.
Roberto C. Rascón. @rcrascon
Comentarios
Publicar un comentario