Subiendo por la Calle Santa Isabel, después de haber callejeado por el multicultural y republicano —así lo atestiguaban los adornados balcones— barrio de Lavapiés, uno se encuentra con el vetusto Cine Doré. Vivimos un tiempo en el que encontrar una sala de cine en el centro de Madrid se ha convertido en una quimera, obligando a los espectadores a exiliarse a los centros comerciales de la periferia. La (in)cultura del consumo se ha instalado en la capital de España y los cines han sido sustituidos por tiendas de ropa. Por esa razón el Doré se erige como símbolo de un Madrid que desaparece.