No reconocía al hombre que tenía frente al espejo. Me miraba y veía como la piel ganaba centímetros en mi frente, veía unos ojos apagados sobre unas enormes ojeras y veía una incipiente barriga fruto de la apatía que acompaña a los años. Todo ello me indicaba que mi juventud había quedado atrás. El hombre del espejo me preguntaba: “¿Qué te ha pasado?” Y yo no encontraba respuesta. En un arrebato golpeé la imagen del espejo descomponiéndome en mil pedazos. Cada pedazo una decisión, cada pedazo una vida, cada pedazo un reflejo de lo que podría haber sido y no fui. Roberto C. Rascón ( @rcrascon )