Para que no se entere de
que me he marchado sigo
haciendo las mismas cosas que hacía antes... Como acudir todas las mañanas a su cama y despertarle. Ahora tengo más tiempo libre, así que después desayunamos, comemos, cenamos y jugamos juntos, pero haciendo esto no consigo
mitigar ni su dolor, ni su tristeza; tan sólo consigo transformar su dulce cara en una mueca horrorizada. Únicamente cuando está dormido puedo acercarme y hablarle, acariciarle o besarle sin ver el miedo en su rostro.
He tomado una decisión. Es hora de marcharme
definitivamente, de dejarle vivir sin la constante presencia de un recuerdo.
Espero que pueda olvidarme, aunque la idea me aterra, pero que importa eso
cuando estas muerto.
Roberto C. Rascón (@rcrascon)
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