Uno se sienta para volver a ver El hijo de la novia con cierto miedo. Cuando una película gusta tanto la primera vez, siempre surgen dudas sobre si la segunda será igual. Con la obra maestra de Campanella, las dudas se disiparon rápido. En cuanto uno entra en esta historia sobre la VIDA, así con mayúsculas, nada es capaz de empañar casi dos horas en un estado cercano a la felicidad. Te dejas llevar por una magnífica narración que entremezcla risas y lagrimas con una facilidad asombrosa de la mano de un reparto en estado de gracia (Ricardo Darín, Héctor Alterio, Norma Aleandro, Eduardo Blanco, Natalia Verbeke,...) Y hablan y hablan, pero no sobra ni una coma. Y uno encuentra tantas frases para guardar en la memoria que, al final, las acaba plasmando en un blog para que no se le olviden. Especialmente, una de las declaraciones de amor más bellas de la historia del cine, sin necesidad de que la persona amada esté presente porque con la mirada de un enorme actor como Héctor Alteri