Así lo dirían los marcianitos rescatados de “El gaaaaancho” en el Pizza Planet durante la primera entrega de la genial trilogía dedicada a nuestros queridos ‘juguetes’. Tras ver el tercer capítulo, protagonizado por los ya inmortales Woody y Buzz, no quedó otra que rendirse al universo Toy Story y de paso a sus creadores, los geniales estudios Pixar. Y escribo esto ahora, porque por primera vez Pixar ha decepcionado, Cars 2 no ha cumplido con las expectativas y los críticos no han tardado en cebarse con ellos. Pero esto no puede enturbiar una trayectoria impecable.
Allá por 1995 llegaba a las pantallas de cine Toy Story, la primera película realizada en animación digital. La calidad del film fue tan enorme como su éxito en taquilla y pronto, todos los estudios se olvidaron de la animación en 2D para pasarse al 3D, que tan buenos resultados había dado. De esta manera la competencia se puso las pilas y surgieron maravillas como Shrek, de la rival Dreamworks.
Pero Pixar no se acomodó tras el éxito de Toy Story, sino que siguió trabajando para ofrecernos cada año una nueva película. Llegaron Bichos, Toy Story 2, Monstruos S.A, Buscando a Nemo, Los Increíbles, Cars, Ratatouille, Wall-E, Up y Toy Story 3. Cada vez que acababa de ver cada una de estas películas, un comentario salía de mi boca: “Pixar ha tocado techo, no pueden hacer una película mejor” y año tras año conseguían cerrarme la boca creando obra maestra tras obra maestra. A todo esto le añadieron una serie de cortos introduciendo al largo respectivo, como olvidar títulos como Presto, Parcialmente Nublado o Abducido.
Espero que la Academia de Hollywood se digne algún año de estos a premiar alguna de las creaciones de Pixar con el galardón a la ‘Mejor Película’, porque el de ‘Mejor Película de Animación’ se les empezó a quedar pequeño hace ya muchos años. Sin ir más lejos nadie se hubiera sorprendido si Up o Toy Story 3 se hubieran llevado el premio gordo en los últimos años. Dentro de un tiempo, a los nacidos después de, pongamos 1985, se les pondrá el calificativo de ‘Generación Pixar’ y será algo de lo que sentirse muy orgulloso.
Volviendo a su trilogía más emblemática, basta con rebuscar en nuestros recuerdos para encontrarnos con escenas como: la expedición de los soldados para retransmitir la fiesta de cumpleaños de Andy, la aparición del ultra-moderno Buzz Lightyear y el correspondiente destierro de Woody como juguete favorito, los deformes juguetes de Sid dando un susto de muerte a su terrible dueño, la depresión de Buzz cuando descubre que no puede volar y que no es más que un simple juguete, la carrera contrarreloj para alcanzar el camión de las mudanzas,… Todo eso en la primera parte.
Luego llegó Toy Story 2 y la aparición de nuevos personajes como Jessie o Perdigón. A los que se unían momentos sublimes como la subida en el ascensor con el ‘otro’ Buzz al mando, el “yo soy tu padre” del malvado Emperador Zurg o las dificultades para cruzar una calle en medio de la gran ciudad. Todo ello aderezado con una complicada disyuntiva para Woody, elegir entre pasar a la historia o seguir al lado de su dueño (amigo).
Y en 2010 al fin volvieron los juguetes con Toy Story 3 y la marcha de Andy a la Universidad , hecho que cierne una amenaza sobre los protagonistas: el desván o la basura. Y no decepcionaron, regalándonos más escenas para guardar en la retina: los distintos tipos de Buzz (mención especial para su versión flamenca), la huida de la guardería al más puro estilo La Gran Evasión y sobre todo esos últimos 20 minutos que te agarran el corazón y no te lo sueltan hasta que los títulos de crédito hacen su aparición, eso sí dejándote bañado en un mar de lagrimas. Un cierre perfecto para una trilogía perfecta, en la que cada juguete (Woody, Buzz, Sr y Sra Patata, Rex, Ham, Slinky, etc) se ha convertido en un miembro más de la familia. Gracias.
Por Roberto C. Rascón. @rcrascon
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